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miércoles, 25 de febrero de 2009

HISTORIAS QUE VAN EN METRO

Para mis fieles visitantes y los no tan fieles, les dejo con un articulo que me envio un asiduo de este blog.
Se trata de otro articulo mas de los muchos que ha escrito la
prensa internacional que elogian a Nuestro Metro.
el link a esa pagina es: http://www.latinomadrid.com/noticia.php?id=8069

Aqui se los presento:

>> El metro ha cambiado la vida de muchos dominicanos; les contamos cómo.
En el metro no se permite la música alta, los bultos grandes ni consumir alimentos.

Todavía no me acostumbro a lo rápido que llega”, dice acerca del metro de Santo Domingo Vladimir Then, uno de los capitaleños que ya lo usa como transporte a diario.

Explica que aún sale de casa una hora antes, como cuando tenía que abordar las “guaguas” para estar a tiempo en la papelería donde labora.

“Esto ha sido un éxito, uno se ahorra tiempo, no llega sucio ni sudado”, le comenta a Melvin Céspedes, otro que se beneficia del nuevo sistema.

Melvin, técnico en refrigeración, toma el tren en la primera estación: Mamá Tingó, en el corazón de Villa Mella, zona norte.

Allí el metro cruza elevado, derrochando su tecnología punta entre la ruralidad aún vigente en la zona. Los techos de zinc oxidados, la telaraña que forman las redes eléctricas y las polvorientas calles de los barrios improvisados demuestran que el progreso no ha sido equilibrado. “Esa es una de las cosas que debieron arreglar”, dice Melvin mientras señala las calles intransitables.

PROHIBIDA LA BACHATA

En el interior del tren la temperatura es agradable aunque los vagones vayan repletos. Hay buena iluminación, seguridad policial y vigilancia permanente a través de cámaras. Pero abundan las restricciones: la música a alto volumen está prohibida. Así que para la bachata o el merengue hay que llevar audífonos. Tampoco se puede portar armas blancas o de fuego, cargar paquetes y bultos grandes ni llevar alimentos. Es decir, nada de los sabrosos chicharrones que matan el hambre entre horas.

Para sorpresa de muchos, la larga lista ha sido asumida sin protestas por la población, que ahora bromea al comparar el metro con los destartalados autobuses que eran la opción obligada hasta el pasado 30 de enero. Todavía se escucha a algún distraído vociferar desde su puesto: “chofer, déjame en la esquina” o “te pasaste el semáforo en rojo”. Las risas son generales. Hasta ahora los llamados de atención han sido reducidos. Apenas se les ha pedido a algunos adolescentes que bajen el volumen de la música de sus móviles.

OBRAS DE ARTE, TIENDAS...

Han transcurrido 10 minutos desde que Melvin cogió el metro. La espesa vegetación del parque Mirador Norte, el agua verdosa del río Isabela y las grises casuchas de concreto que emergen de los cerros de los barrios La Zurza y Capotillo avisan que casi se está entrando al subterráneo, aunque, según Melvin, “hay gente que no se da cuenta ni cuando entra ni cuando sale”. El confortable recorrido por debajo de la tierra es interrumpido por las constantes paradas.

Hay 11 estaciones soterradas. Algunas preparadas para que, además de abordar el tren, se pueda disfrutar del arte. Las del Teatro Nacional y del Centro de los Héroes tienen esculturas y murales. Esta última, además, es la única que tiene espacio para tiendas (la primera: una de teléfonos móviles). Por el momento, la única queja de Melvin es con las tarjetas de abordaje. Piensa que deberían ser personalizadas. “Es que se si se pierde o te la roban no la puedes cancelar”, argumenta.